señor, señor

martes, 27 de diciembre de 2022

UMAMI

¿Qué es umami? Le pregunté a la cocinera. Se habla de los cuatro sabores que el ser humano sabe reconocer: amargo, salado, ácido o agrio y dulce. Pero hay un quinto sabor, Umami. Deriva de dos vocablos japoneses Umai (delicioso) y mi (sabor). Podemos traducirlo como sabroso. Probablemente refiriéndose a un alimento delicioso e intenso en sabor. Glutamato monosódico no suena muy bien, pero dicen que es casi umami puro.

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 Y así, saboreando cada plato de degustación de aquel restaurante ovetense, pensé en una analogía. La vida y los sabores. La búsqueda de nuevas fuentes de inspiración en todos los ámbitos de la vida es lo que nos mueve. Este año he tenido sabores amargos, salados, agrios, dulces y también umami. Esta Navidad quería acabar el año deseando que todo el mundo busque y saboree la vida. Cada sabor nos ofrece una oportunidad, aunque no siempre se vea. Es difícil comprender el porqué de las cosas cuando tienen un lado negativo innegable, pero asumir ese sabor amargo o ácido es nuestra tarea. Creo que el equilibrio es la clave. Llenar tu día de momentos es mejor que concentrarla en uno solo. No hay vida perfecta, ni ser humano perfecto. Por mucho que las redes sociales nos acerquen a la irrealidad continua.

En cualquier medio social lo que se ve es la foto, la figura, el rostro, la vida perfecta. Viajes, amaneceres, lugares aderezados con poses estudiadas. Hay personas que te enseñan cómo colocarte en una foto para parecer algo que no eres, más delgada, con el vientre más plano o sin papada. O cómo maquillarte para que tu nariz sea más fina, el perfil de tu rostro más equilibrado, o tus labios más gruesos. Ahora se llevan así, como las cejas. Esas que se perfeccionan con el microblading o con un lápiz, para otros bolsillos. Cuando se lleven finas, habrá que utilizar láser para afinarlas y las marcas de maquillaje dejarán de vender lápices de cejas para vender lápiz de labios cebra con colores a degustar por el besante. Recuerdo a Lidia poniéndose un lunar pintado, lentillas verdes, y vaqueros alza trasero a estallar. Y vaya que si estallaron. Le tocó ponerse la chaqueta en la cintura y pasar frío aquella noche. 

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Pensando en Navidad también me vienen todas esas personas que dejan comentarios en Facebook sobre fotos de otras pensando en la suerte que tienen y lo bien que viven. Y resulta que no sabemos ni la mitad de lo que pasa en sus vidas en realidad. Porque nadie acapara likes con vidas normales o con ojeras, lamparones o piernas rechonchas. Una mujer que es enfermera y tiene un blog y el título que viene en la televisión durante su entrevista es su nombre y debajo influencer. Pesa más que influya en muchas vidas con estilo que su estilo de trabajo sobre otras vidas. Aquí me viene el sabor ácido. Curioso que el cerebro considere este sabor como una alarma. Algunas sustancias venenosas y perjudiciales para la salud poseen sabores ácidos. Hay a quien le gusta chupar limones. Y ahí lo dejo.

Momentos dulces he tenido este año, como todos. Los cuelgo en mi memoria y los saco a pasear convenientemente. Normalmente me dibujan una sonrisa como un gran cruasán con frambuesa. Sí, el dulce es placentero y se queda en la punta de la lengua. Pero como el salado, todo tiene su equilibrio. En cocina se mezcla mucho el salado y el dulce, como en la vida. 

Tendemos a hacer balance del año en estas fechas. Los programas de televisión nos hablan de los momentos más importantes del año que está a punto de acabar. Nos sentamos con amigos y familia a recordar momentos del pasado cercano o lejano. Hablamos y evaluamos más sobre nuestra vida en diciembre que en el resto del año. Y no soy diferente del resto.

Por eso, siempre guardo un espacio para recordar la injusticia de estas fiestas y el desequilibrio que se asienta en esta sociedad siempre, pero más cada final de año con niños y niñas que reciben o no según su estatus y nivel social. De algunos adultos comiendo copiosamente, otros luchando por hacer que estas cenas se parezcan a las de los otros en algo, y muchos preguntándose qué han hecho para estar en el suelo de la pirámide que es esta sociedad. Personas mayores solas, gente que vive en la calle, y aquellos sin trabajo con una losa en su espalda. Sí, mi pensamiento no ayuda a mejorar el desequilibrio, pero deberíamos reflexionar lo que estamos promocionando y cómo. Sobre todo, que este gran desequilibrio pasa de generación en generación sin conciencia. Empecemos a crear el hábito de ver y oír la injusticia que genera la Navidad y hacer algo pequeño para crear conciencia. No todos vamos a cenar al calor de la calefacción langostinos, cordero, merluza o ricos turrones o levantarnos al día siguiente para ver los regalos. No. Ahí va el sabor amargo bien merecido.

La verdad es transparente, como una ventana. Esta sociedad lleva mucho tiempo con las ventanas sucias para no ver lo que hay al otro lado. Le pasa a muchas personas. No limpian ventanas porque la verdad se torna una bofetada en la cara, una bronca para el alma, o una toma de contacto con nuestros errores. El ser humano no suele aceptar bien la verdad cuando se torna agria. Pero tengo un apego especial por la verdad. Me parece un ejercicio de limpieza interna colocar la verdad cual ventana y mirar lo bueno y lo malo con perspectiva. Así que, hay que cocinar la vida con todos los sabores que te ofrece y, si es posible, frente a una ventana lo más limpia que se pueda. 

Creo que el umami lo ponemos nosotros al final. Mi vida es sabrosa y está repleta de todos los sabores. Cada paso puede ser un acierto o un fallo. Una derrota o una victoria. Una alegría o una tristeza. Lo bueno es que no he dejado a nadie atrás sin que haya entendido porqué se quedó allí y no camina conmigo. Y la tranquilidad también es umami. Creemos una conciencia mejor que la dibujada por la Navidad de ahora. Que tengáis muchos sabores este año y que os asoméis a la ventana de vez en cuando para ver más allá de una pantalla. Feliz año 2023. Y los que vengan.