señor, señor

viernes, 24 de diciembre de 2021

Camisa blanca, pajarita roja y pantalón de pijama en Navidad

¿Te gusta la Navidad? Es una pregunta pobre. La festividad tiene muchos matices. Pero es curioso ver cómo las redes se llenan de cartas cubiertas de buenos deseos hacia todos. Como si el mundo fuera a terminar al año siguiente y hay que lavar conciencias deseando paz y amor por doquier. Es tiempo de acordarse de todos. Una vez al año, que no hace daño ¿no?

La Navidad tiene muchas caras. La de las cestas, los adornos, los regalos y las cenas. La de los deseos, las reconciliaciones, la paz y el amor en el mundo. La de los turrones, mazapanes y polvorones que salen una vez al año. La de las compras, las imágenes de Papá Noel, los Reyes Magos, los caramelos y los desfiles. La de los Grinch. La de los que perdieron a alguien mientras los demás brindaban y celebraban. La de los que inundan el desfile de caras sonrientes con una procesión de tristeza. La de los que la tratan como si fuera otro día más. La de aquellos que no tienen regalos, cestas, cenas ni trabajo.

https://bit.ly/32vmqD6
La imagen de la Navidad no es la misma en todo el mundo, como tampoco lo es Papá Noel. Santa Claus, Sinterklaas, Christkind. Con diferentes atuendos y aspectos. Nosotros tenemos la imagen más extendida en el mundo. Pero ¿y si cuestionamos todo? Mi hijo me miró con esos ojos de abstracción profunda y me dijo que, si nadie había visto a Papá Noel, ¿cómo podían asegurar que va vestido de rojo, está gordo y tiene barba? ¿Y si Papá Noel es una mujer? Cierto. ¿Cómo transformar una imagen tan asentada en la sociedad sobre estas fiestas? Quizás sea verdad que estamos encadenados al ritmo de las masas. Llega un punto que hacemos las cosas porque es lo que toca y, sin darnos cuenta, nos vemos inmersos en la vorágine de las luces, el acebo y los gorritos rojos con borla blanca, paseando con saltitos de alegría insistentes y el mismo tono anual.

Si lo que necesitas es abrazar la fiesta con los brazos llenos de esperanza y amor, acoge esta oportunidad como si se fuera a terminar el año, porque efectivamente está a punto. Quien sabe lo que pasará el año siguiente. Procuro ya no pensar que va a ser mejor. Si tu alma te pide a gritos actuar como si los villancicos fueran como la canción del verano típica, conduce tus pasos hacia ese día normal con personas disfrazadas y decoraciones pomposas. Si vas con la corriente o si deseas abrazar tu tristeza, convierte el momento en tuyo. Si la Navidad es aquel momento del año en el que haces malabares para estar a la altura de las circunstancias comerciales y no hay forma, no voy a decirte cuántas personas hay en esa situación, porque supongo que no ayuda. Es lo que tiene la transformación del mundo en una bola de celebración y consumo, que sólo es para aquellos que puedan permitírselo. Pero nos hace sentir mejor hacer una pequeña labor social o regalar abrazos y buenos deseos.

Con los años he aprendido a entender que tod@s no funcionamos con el mismo sentido común y a comprender que existe un mundo lleno de matices y no tenemos que seguir el mismo patrón. Compartir el tiempo con quien agradece tu tiempo es fundamental. Durante todo el año. Así que reivindico que la Navidad tiene muchos sentidos. La hipocresía no sólo crece a finales de diciembre, al igual que la alegría o la tristeza, la frustración o la esperanza. Puede que ahora se acentúe más, pero hay que vivir la fiesta con las emociones que se desprendan de forma natural y no vestirlas con guirnaldas y ramitas de acebo, si no las tienes o no las quieres.

Y ahora viene la parte de los nin@s. Papá Noel puede ser una mujer. Los Reyes Magos, reinas. Puedes pintarlos de verde, marrón o negro. La creatividad no se muere en Navidad. El problema es cómo hacemos para que no sientan la diferencia social que los adultos, por tradición, fomentamos y cultivamos en estos días. No puedes mantener la imagen de la magia, cuando no existe para todos por igual. Aquí es cuando más que desear paz y amor mundial, te preguntas qué puedes hacer para reducir un poco esa brecha desproporcionada que hemos mimado de generación en generación.

Puede que me haya vuelto un poco Grinch. Y si mi padre me leyese, se presentaría en mi casa para decirme que el mundo no se arregla en un blog, ni lo puedes cambiar con palabras. Lo cierto es que le echo de menos ahora un poquito más, porque esta era la fiesta de la camisa blanca, la pajarita roja y el pantalón de pijama. Era capaz de unir ambos mundos en un solo gesto. Pero yo no tengo ese ingenio adhesivo que une en tiempos convulsos, así que este año será diferente. Peor, porque de nuevo él no está, aunque lo diferente no tiene que implicar malo. Sólo distinto. Y el año que viene, quizás lo aprenda a afrontar con el atuendo elegante y cómodo de mi padre, o quizás me ponga un chándal y me siente en el muelle a mirar el tiempo pasar y crecer con ellos. Con mis niñ@s y viendo el mundo sin género.