señor, señor

domingo, 14 de agosto de 2022

Enciende la habitación

Perdió a su amor. Ese en el que se piensa cuando se levanta. El que hace que sonría. Con el que se siente bien. Lo supo metida en una bañera, llena de agua cálida y envolvente. Sintió que se vaciaba y quedaba el frío. Pero ese amor no lo fue todo, como nunca lo es. El todo es ella misma.

Dolió. Un dolor agudo, trágico y casi físico. Después vino la tristeza y un plan. Un hombre y una necesidad: casarse. Proporciona estatus social y una imagen, que, aunque no es real, es la sombra que nos dictan proyectar. Sólo a la mujer. Sola, eres extraña. Sólo él, un Don Juan. Él era alto, con dinero, un bigote elegante, y de familia conocida. Pero lo que se ve no tiene importancia cuando con el tiempo, vislumbras el alma enferma y retorcida.

Ella perdió a su amor en un accidente de coche y un oído en una paliza. El forense no le quitó el abrigo cuando fue a denunciar. A la vista, el purpúreo ojo respondía a la mirada de desprecio. La policía quería llamarle para hacer "terapia matrimonial". Se le habrá ido la mano esta vez. Volver a casa con el agresor. Perdonar los moratones, las lesiones, el daño emocional y físico. La falta de dignidad, de humanidad y de sentido. Perdonar, para que la niña de su vientre tuviese algo que llamar padre, aunque su nombre fuera maltratador. No hay más salida, Señora. Eso decían. Eso dicen. No.

Sin más lágrimas, con la razón en sus labios, por y para ella y sus hijos, tiró el colchón en el suelo de aquella diminuta habitación y esperó las lentas horas de los días hasta el juicio. La pegué porque estaba insoportable con el embarazo, espetó ante el juez. Y con aquella frase se liberó. Ella se marchó lejos. Trabajos, horas, pensamientos, sufrimientos. Sentirse rara con su cuerpo y mente. No hay cómo argumentar con la culpa, la traición a su ser, y el castigo social. Dos hijos, un bebé y el dolor de sentir que algo ha de haber más allá de la sombra.

Luego llegó un hogar, un coche, más trabajo, horarios ineludibles y una intención. Buscar el cariño atropellado en un coche y muerto en las manos de la violencia. Llegó con el tiempo. Y ese poco fue mucho. En medio un cáncer. Al final, otro. La lucha hoy vuelve como antaño. Como la vida, sólo que ahora está llena de sonrisas, cocina de sabores, piscinas cálidas, el sonido del mar, nietos en los brazos, hijo e hija sosteniendo el alma, nuera feliz por tener una suegra que llena cualquier espacio vacío, y el AMOR. Uno diferente, pero que llena y da fuerza. Esa que ahora se necesita.

Sin pelo, con cáncer, su pareja recién fallecida y habiendo cambiado de ciudad, te sonríe. Y esa sonrisa, cambia el mundo a nuestro alrededor. Porque ella, sólo ella, enciende la habitación.