señor, señor

viernes, 24 de diciembre de 2021

Camisa blanca, pajarita roja y pantalón de pijama en Navidad

¿Te gusta la Navidad? Es una pregunta pobre. La festividad tiene muchos matices. Pero es curioso ver cómo las redes se llenan de cartas cubiertas de buenos deseos hacia todos. Como si el mundo fuera a terminar al año siguiente y hay que lavar conciencias deseando paz y amor por doquier. Es tiempo de acordarse de todos. Una vez al año, que no hace daño ¿no?

La Navidad tiene muchas caras. La de las cestas, los adornos, los regalos y las cenas. La de los deseos, las reconciliaciones, la paz y el amor en el mundo. La de los turrones, mazapanes y polvorones que salen una vez al año. La de las compras, las imágenes de Papá Noel, los Reyes Magos, los caramelos y los desfiles. La de los Grinch. La de los que perdieron a alguien mientras los demás brindaban y celebraban. La de los que inundan el desfile de caras sonrientes con una procesión de tristeza. La de los que la tratan como si fuera otro día más. La de aquellos que no tienen regalos, cestas, cenas ni trabajo.

https://bit.ly/32vmqD6
La imagen de la Navidad no es la misma en todo el mundo, como tampoco lo es Papá Noel. Santa Claus, Sinterklaas, Christkind. Con diferentes atuendos y aspectos. Nosotros tenemos la imagen más extendida en el mundo. Pero ¿y si cuestionamos todo? Mi hijo me miró con esos ojos de abstracción profunda y me dijo que, si nadie había visto a Papá Noel, ¿cómo podían asegurar que va vestido de rojo, está gordo y tiene barba? ¿Y si Papá Noel es una mujer? Cierto. ¿Cómo transformar una imagen tan asentada en la sociedad sobre estas fiestas? Quizás sea verdad que estamos encadenados al ritmo de las masas. Llega un punto que hacemos las cosas porque es lo que toca y, sin darnos cuenta, nos vemos inmersos en la vorágine de las luces, el acebo y los gorritos rojos con borla blanca, paseando con saltitos de alegría insistentes y el mismo tono anual.

Si lo que necesitas es abrazar la fiesta con los brazos llenos de esperanza y amor, acoge esta oportunidad como si se fuera a terminar el año, porque efectivamente está a punto. Quien sabe lo que pasará el año siguiente. Procuro ya no pensar que va a ser mejor. Si tu alma te pide a gritos actuar como si los villancicos fueran como la canción del verano típica, conduce tus pasos hacia ese día normal con personas disfrazadas y decoraciones pomposas. Si vas con la corriente o si deseas abrazar tu tristeza, convierte el momento en tuyo. Si la Navidad es aquel momento del año en el que haces malabares para estar a la altura de las circunstancias comerciales y no hay forma, no voy a decirte cuántas personas hay en esa situación, porque supongo que no ayuda. Es lo que tiene la transformación del mundo en una bola de celebración y consumo, que sólo es para aquellos que puedan permitírselo. Pero nos hace sentir mejor hacer una pequeña labor social o regalar abrazos y buenos deseos.

Con los años he aprendido a entender que tod@s no funcionamos con el mismo sentido común y a comprender que existe un mundo lleno de matices y no tenemos que seguir el mismo patrón. Compartir el tiempo con quien agradece tu tiempo es fundamental. Durante todo el año. Así que reivindico que la Navidad tiene muchos sentidos. La hipocresía no sólo crece a finales de diciembre, al igual que la alegría o la tristeza, la frustración o la esperanza. Puede que ahora se acentúe más, pero hay que vivir la fiesta con las emociones que se desprendan de forma natural y no vestirlas con guirnaldas y ramitas de acebo, si no las tienes o no las quieres.

Y ahora viene la parte de los nin@s. Papá Noel puede ser una mujer. Los Reyes Magos, reinas. Puedes pintarlos de verde, marrón o negro. La creatividad no se muere en Navidad. El problema es cómo hacemos para que no sientan la diferencia social que los adultos, por tradición, fomentamos y cultivamos en estos días. No puedes mantener la imagen de la magia, cuando no existe para todos por igual. Aquí es cuando más que desear paz y amor mundial, te preguntas qué puedes hacer para reducir un poco esa brecha desproporcionada que hemos mimado de generación en generación.

Puede que me haya vuelto un poco Grinch. Y si mi padre me leyese, se presentaría en mi casa para decirme que el mundo no se arregla en un blog, ni lo puedes cambiar con palabras. Lo cierto es que le echo de menos ahora un poquito más, porque esta era la fiesta de la camisa blanca, la pajarita roja y el pantalón de pijama. Era capaz de unir ambos mundos en un solo gesto. Pero yo no tengo ese ingenio adhesivo que une en tiempos convulsos, así que este año será diferente. Peor, porque de nuevo él no está, aunque lo diferente no tiene que implicar malo. Sólo distinto. Y el año que viene, quizás lo aprenda a afrontar con el atuendo elegante y cómodo de mi padre, o quizás me ponga un chándal y me siente en el muelle a mirar el tiempo pasar y crecer con ellos. Con mis niñ@s y viendo el mundo sin género.



viernes, 19 de noviembre de 2021

EL ESPÍRITU DE LA COMUNICACIÓN ES LIBRE

La comunicación es curiosa. Tiene un espíritu libre, porque se presta a interpretación. Durante la historia de la humanidad, se ha intentado analizar, descifrar y despiezar la comunicación en una necesidad impetuosa de someterla al raciocinio, pero como decía anteriormente, goza de una espiritualidad ligada a la libertad. Creo que es más fácil de entender con un ejemplo.

En un chat se recibe el mensaje siguiente: "Un alumno de 4º de Primaria aprovecha las discusiones de papá y mamá para repasar los elementos de la comunicación":


Antes de seguir leyendo, contestad a esta pregunta: ¿Qué emoción os ha causado? ¿Qué respuesta daríais?

Tras leer que un alumno repasa los elementos de la comunicación sobre lo que parece ser una discusión ya habitual entre papá y mamá (que seguirá por whatsApp), me ha parecido triste. Pero la primera reacción que he visto, a la que más adelante se han sumado varios, es la risa. He aquí mi análisis. Dependiendo de una personal interpretación o incluso de lo que arrastre a la mayoría, el receptor organizará su reacción. Igual o muy distinta ante un mismo mensaje.

Y es muy interesante pensar en cuántas reacciones a lo largo de nuestra vida, se han visto movidas por malas interpretaciones, falta de comunicación, o por situaciones o momentos en nuestra vida que nos disparan emociones más intensas, positivas o cubiertas con el filtro de la circunstancia. Quizás nos falte información a la hora de valorar el mensaje, por lo que la comunicación de un mismo mensaje puede tener múltiples interpretaciones, dependiendo de la situación emocional, el contexto, la relación con la persona/s... Por eso me parece tan complicado desentrañar el lenguaje verbal o no verbal.

Nos pasamos la vida interpretando mensajes de forma inconsciente y, a veces, llegamos a conclusiones tan equivocadas, que arruinan amistades, familias y parejas. La comunicación es vital, por lo que hay que tomar un tiempo para el análisis del mensaje, antes de concluir de forma visceral el significado. Si queda algún atisbo de duda, aún nos quedan más mensajes que transmitir e información que recabar. Pero tenemos el factor tiempo. No disfrutamos de él para poder llevar a cabo todo este proceso. Hago un inciso aquí, porque el excesivo análisis del mensaje en cada momento, es tan grave como no hacerlo. Es decir, cada mensaje tiene su capacidad de análisis. Distinguir entre ambos es fundamental. Imaginad a una persona tomando el tiempo de analizar cada mensaje recibido en cualquier contexto. Agotador y hasta enfermizo. Los analizables son en su mayoría aquellos que causan conflictos o sensaciones incómodas, que son una amplia minoría (según el contexto de cada uno, claro).

Y ahora viene una cuestión importante. Tras la conclusión irracional, tiene que llegar la incomodidad. Esa pequeña parte dentro de tu ser que te indica que hay algo que no cuadra. Puedes llamarla conciencia, sentido común. Al puzle le faltan piezas. No siento la satisfacción propia de un asunto resuelto o cerrado. Y detrás de él, un análisis. Sin duda, la fase más difícil y a la que no todo el mundo llega: si hay un atisbo de interpretación errónea o la simple certeza de la incorrección, ¿cómo resolverlo? Este momento es terrible para muchos. 

Algunos optan por ignorar el error y esperar que todo se resuelva por ciencia infusa. Anotación para ell@s: no va a suceder y la montaña se va a hacer cada vez más escarpada. El tiempo en estos casos no suele favorecer, porque tiende a enquistar una emoción y llevarla tan dentro, que el excesivo tiempo puede concluir con un olvido muy doloroso. Las personas tienden a convertirse en fantasmas del pasado.

Otros, se sientan en la silla de la indignación con su capa de victimismo, obviando esa vocecita que les dice que quizás no sean víctimas y mucho menos dignos del asiento que toman. Breve comentario para ést@s: con el tiempo os daréis cuenta de que la silla no existe y que la capa es invisible. Para entonces, puede que el asunto esté tan enmarañado o turbio, que ya no haya vuelta atrás. Conclusión: aquí el tiempo es vital, así que "levántate y anda". Sí, va a ser un milagro que lo hagan.

Nos quedan lo@s últim@s. Esos que llegan a la conclusión de que han pueden haber errado o están seguros de ello, analizan la situación y llegan a la conclusión de que abrir otro canal de comunicación para exponer dudas, recabar información y pedir disculpas, es la única solución. Porque necesitan de ella. De la solución. Vivir con la incomodidad de esa pequeña parte de tu ser que te dice que algo no cuadra, se torna muy incómodo y optan por la solución simple. Esa que los otros dos casos, no han sido capaces de ver, pese a su tremenda sencillez.  Tiempo de conclusiones. Toda comunicación tiene emisor y receptor que se intercambian (si es buena, será armoniosa) o dos emisores (sólo hablan, no escuchan), como en el caso del ejemplo del chat. Estos tres casos son aplicables a ambas partes. Puede que la responsabilidad de la mala interpretación sea de ambos y que estén en bucle con los dos primeros ejemplos (ignorar o victimizarse). Difícil solución. Auguro ruina de la relación. Pero como somos seres sociales, ya habrá otr@s ¿no? Bajo mi punto de vista, arruinar una relación, de la naturaleza que sea, por ignorar un conflicto o indignarse en una dimensión falsa o exagerada, requiere una pérdida que me niego a asumir, así que tiendo a hablar y buscar información. Aunque alguna vez también la he pifiado, claro. En varios casos, me he encontrado con que la otra parte está en la silla de la indignación y con la capa de víctima, y he llegado a la conclusión de que el orgullo pone a las personas en ese trono insano, así que opto por tratar de abrir una vía de comunicación y retirarme apaciblemente si no existe posibilidad de que se levanten. La sensación de haber intentado solucionarlo es infinitamente más dulce que la de obedecer al orgullo, pero cada uno que llegue a sus conclusiones.

Para los que optan por ignorar el problema, sólo queda que se conviertan en entes etéreos del pasado. Cada uno elige su camino. Estoy segura de que hay algunos otros casos. Si habéis experimentado otros, sois libres de añadirlos en comentarios. Creo que ser consciente del espíritu libertino de la comunicación, puede ayudar a solucionar conflictos derivados de la errónea interpretación del mensaje.

Respecto al ejemplo que os indicaba del chat, vuelto a decir que no encuentro divertido que el hábito de las discusiones entre padre y madre sean del ámbito del análisis escolar de un niño. Pero todo se presta a interpretación ¿verdad?

Señor, señor.

viernes, 24 de septiembre de 2021

Poderoso caballero es don Dinero

Poderoso caballero es Don Dinero. Es una frase que escuché hace poco empuñada por la contra lógica. Dándole la vuelta a la tortilla, parece que mi causa pierde interés, y la otra la gana. El todo es por dinero es feo, discriminante y retorcido. Y juega su papel enfurecido.

Pero es la demanda social que predica el capitalismo. El dinero es poder y es estatus social. Cuestión que parece muy importante para muchos. Su tenencia, uso y disfrute, es lo que nos proporciona el lugar en esta sociedad, donde todo se vende, hasta la honestidad. Es tremendamente irónico que nos parezca tan negativo el "todo es por dinero", cuando es lo que se intenta proyectar o buscar. Y es por eso que me vino a la cabeza el poema satírico de Don Francisco de Quevedo que da título a esta entrada, cuya primera estrofa lo dice todo:

<<Madre, yo al oro me humillo,
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado
de continuo anda amarillo.
Que pues doblón o sencillo
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero 
es don Dinero.>>

El dinero es esclavo. Una vez te acostumbras a su abundancia, la escasez angustia sobremanera y cuando su falta es tu costumbre, a la llegada de su torrente, pronto te acomodas. 

Hace poco, leí en una entrevista a un empresario indicar que es odioso confirmar que el dinero se parece al aire. Cuando hay suficiente, nadie se ocupa de él, pero cuando empieza a escasear, todos nos damos cuenta de que está faltando. Cuando el dinero se convierte en el éxito de una vida y la situación cambia, se hace tan difícil asumir la pérdida, que a veces se torna casi imposible pensar que se puede vivir con menos, pero de otra forma. Y ahí es cuando subyace la barrera cultural, educativa o generacional. Esa que nos impide sentarnos en lomos de la realidad, para buscar el caballo blanco con montura dorada, pasando por encima de lo que sea necesario. Y ojo, que hay muchas personas que lo han pasado muy mal o continúan en esa situación. No llego a imaginar ese sufrimiento. Son las circunstancias ajustadas a la realidad de algunos, no de todos.

Me acuerdo de otra frase: "pensaba que era listo y había dejado dinero". La inteligencia está también ligada al dinero, por lo que esta persona debe pensar que, para ganar mucho dinero, que es lo importante aquí, hay que:

- Ser muy inteligente.
- Estudiar una o dos carreras importantes (que te ofrezcan un buen sueldo).
- Cuando tengas un buen sueldo, tendrás éxito.
- Cuando tengas éxito, habrás adquirido poder.
- Dinero, éxito y poder, ofrecen la felicidad perpetua.

De esta manera, si no cumples uno de estos requisitos, te quedas sin felicidad. Este verano he visto muchas caras felices. ¿Son ricas esas personas? Entiendo que no todas. Nadar en una piscina pública dibuja sonrisas en los niños, mientras los padres y madres piensan en lo felices que serían estando en una piscina de un hotel en las Bahamas. Ajustarse a la situación no es fácil. Pero lo prefiero a invocar al poderoso caballero don Dinero, que siempre miente, muchas veces no es honesto, y fomenta la injusticia. Y cuesta, pero es un ejercicio diario de realidad del que se va aprendiendo. Y así, de estudiante, os digo que el dinero, definitivamente, no da la felicidad. Hay otros factores que se agolpan a las puertas de ella. El dinero está en la fila, pero no es el primero. ¿Conseguiremos entender ésto para funcionar como sociedad, familia y persona de una forma más honesta y ecuánime?

Señor, señor.


domingo, 2 de mayo de 2021

CARTA EN BLANCO

Carta en Blanco. En blanco significa sin palabras. Sin contenido. Carente de reflexión. Blanco que huele a libertad para poder hacer lo que cada uno quiera, reunirse con quién desee. Vitamina perfecta para ciudadanos frustrados, cansados y ávidos de esa libertad, aunque sea usada y maltratada. Ya estamos en postpandemia. Los datos médicos no importan, porque estamos vacunando. Y lo más importante, si no quieres ver a tu ex, podrás hacerlo.

Esta pandemia nos ha enseñado que en Madrid COVID-19 se denomina así por un COronaVIrus que surgió en Diciembre de 2019 y que hay que convivir con el virus. Ni estados de alarma ni confinamientos. Por eso los catalanes lo han hecho tan mal, con el clima vivido tienen el delito de tener todo cerrado y la gente en sus casas. 

También han confirmado que el problema de Madrid son los distritos del Sur, por el modo de vida que lleva nuestra inmigración y la densidad en esos distritos. También se dice que los ciudadanos al no poder fumar y no entender las normas, porque son muy confusas, acaban yéndose a las viviendas, lían las fiestas y provocan contagios. El problema es que les apretamos demasiado. Y Madrid es símbolo de libertad para salir de trabajar e ir al teatro o a tomarse una cervecita o un vino y ya de paso, evitar encontrarse con un exjefe. Eso es extremadamente importante. 

IFEMA ha demostrado a los madrileños que en los hospitales que tienen techos altos los pacientes sanan muy bien. Desde que Madrid es España dentro de España y que no es de nadie porque es de todos, los madrileños y las madrileñas están más tranquilos y tranquilas. Y todos ya sabemos, porque así nos lo han afirmado bien claro desde la España dentro de España, que no todos somos iguales ante la Ley, porque el Rey emérito no es como un ciudadano más. Es de otra categoría.
 
 
https://bit.ly/3tfwmso

Libertad sin responsabilidades, porque es lo que los madrileños y madrileñas merecen. Democracia en estado puro. Y hasta aquí la carta en blanco. No merece enviar propuestas a los votantes si con esta receta se ha cocinado la sopa de la victoria a fuego rápido, para evitar que piensen en los ingredientes. Todo está dicho.

El Madrid presentado en la carta en blanco, está en contra del Estado de Alarma y acusa a esta figura especificada en la Constitución de ser dictatorial, pero a su vez solicita que desde el gobierno central se determine qué hacer. El plan debe ser para todos por igual, pero Madrid puede sacar su comodín de libertad para desmarcarse del resto. Madrid se llena de angustia pensando en que requiere de legislación del gobierno central que decida qué escenario se quiere para el país. Pero no pasa nada, porque la justicia gobernará, pues no nos dicen cómo gestionarlo. Pero déjame gestionar que yo sé lo que hacer. Ups, ya me he liado.

Es curioso el uso de la democracia y la libertad en campaña. Democracia en sí misma es libertad e igualdad. La primera deja de ser vital en circunstancias extraordinarias, cuando perjudica la salud de una parte amplia de la población. Y para protegerlos, se restringe, que no se anula. La segunda, la igualdad, no menos importante. Los mismos que se llenan la boca de democracia, reconocen que va por categorías, pero no hay indignación en esa aseveración. Hay una afirmación obvia e impulsada.

Las cervecitas de las terrazas, el teatro, cine y otros espectáculos, también son disfrutados ahora en otras comunidades, que no en todas, por tristes estadísticas. Tristes, no con la connotación de desprecio, sino con emoción. Esa con la que los médicos muestran frustración ante la negación. La diferencia es que en Asturias, por ejemplo, al entender que el cine es un espacio cerrado, no se permite comer. En Madrid puedes bajarte la mascarilla en un espacio cerrado y comer hasta ansiarte durante dos o tres horas. Las que dure la película con sus anuncios. Tomar palomitas y nachos en el cine marca la diferencia de la libertad madrileña. Honestamente me he planteado qué difiere de ver una de las calles con más bares por metro cuadrado de la pequeña ciudad donde resido, de la imagen de libertad absoluta que pretende presentar Madrid. Si se paseasen por aquí esos que hablan de democracia y libertad lo mismo se les caían las lágrimas de felicidad. Diferente comunidad y sin elecciones. Por eso aquí no se anuncia eso de salir del trabajo e ir a tomarse una cervecita. O lo que convenga.
 
La carta en blanco también conlleva estadísticas. La curva epidemiológica se denomina mustia, así que se empapa de cerveza. La caña de España está en Madrid, recuerden. Y las fiestas, esas que se realizan debido a la falta de libertad y presión de los ciudadanos ante las medidas restrictivas. Madrid, adalid de libertad, tiene fiestas ilegales, como en Almería, Navarra, Zaragoza, Barcelona o Asturias. Y las tenía antes de la pandemia, pero no se veían en las noticias porque no provocaban contagios. Las personas no organizan más fiestas porque se sienten acorralados por la falta de libertad. Llevan toda la vida haciéndolas sin ser noticia, pero ahora salen en los medios porque pueden ser cómplices de colapsos de UCI y muertes. 

En fin, todo se vuelve blanco. Sin programa. Con la convicción de que la palabra democracia y el uso retorcido de la libertad, ofrecen la victoria que ya tiene asegurada Madrid. Porque no hay nada mejor que tener la razón y la confianza de arrasar usando torticeramente el cansancio ciudadano. Porque esos distritos maltratados, ya no tienen confianza en la política, y de eso también se nutren los libertadores y las libertadoras de Madrid con sello de persona y no de partido. Y lo mejor es que el extrañamente llamado centro está siendo deglutido por la candidatura con más cervecitas y libertad de todo el país. Hemos cambiado el viva el vino, pero va de lo mismo ¿no? 


https://bit.ly/3tfwmso


Fuentes:
https://bit.ly/3vzadqp
https://bit.ly/3eOLZ4A
https://bit.ly/3t7peht
https://bit.ly/3nE2GnB

sábado, 24 de abril de 2021

¿Por qué se publican las esquelas y existen los/as influencers?

Ayer, en la puerta de la farmacia había una esquela pegada en la pared del portal contigüo. Un señor paseando al perro se paró para leerla con atención, mientras el animal olisqueaba la esquina para orinar con satisfacción en el mismo portal. Bonito detalle para el portal. Una esquela y el orín de los perros. Miré al señor. Quizás conocía a la persona y por eso pasó unos segundos allí, prestando atención a esas palabras que llevaban una cruz. La cruz es importante, porque es símbolo de la muerte de una persona. El señor se marchó. Otra señora pasó para dedicarle otros segundos y después continuó su camino con el carrito de la compra. La vida pasa, mientras la muerte sucede. Y las esquelas te lo recuerdan.

¿Por qué publicamos esquelas? Algunas van incluidas en los seguros de decesos. Escriban nombre, fecha de nacimiento y fallecimiento, lugar de la ceremonia o una frase breve, para mostrar que va a ser recordado por esos cuyos nombres van expuestos (o no) y poco más. Hasta ahí queda abonado. Antes se escribían estos avisos fúnebres para conocimiento de todos, en ausencia de otros medios. Hoy en día no encuentro el sentido más que para que una persona desconocida se pare a leer el nombre de un muerto o muerta y quizás se pregunte sobre la suya propia. Suena simple y quizás ordinario, pero la muerte es así. Simple y ordinaria.

El día en que se murió mi padre, todo el que le conocía lo supo y vino. Al tanatorio, al entierro, a la ceremonia y al acto conmemorativo un año después. Enterrar a una persona que amas es como necrosar un trocito de corazón, que luego vas alimentando de recuerdos para recuperarlo. Pero personalmente, no encuentro sentido a machacar tu corazón con publicaciones, ceremonias, noches de tanatorio y posterior recuerdo en forma de flores cada cierto tiempo. El que te sea conveniente. Pero es una cuestión personal. Tras morir, la vida de tus seres queridos se llena de opciones y de la libertad de observarlas. Y de decidir.

Hablar de esquelas y muerte no es popular. Ahora que están tan de moda los y las influencers, no me puedo imaginar que hablen de ésto. Creo que es mejor ahondar en cuestiones que se ponen de moda por boca de personas que decidieron influenciar las vidas de quien se deje, haciendo vídeos sobre lo importante que es llevar una cosa u otra, creando demandas para las marcas o lenguaje y estilo para que tengas "flow". O los y las youtubers que te enseñan los trucos de los videojuegos, bailes anodinos y te piden suscripción para seguir sumando sus tiempos sentados en una silla anatómica vendiendo ropa de su marca. Recapacitemos, subir vídeos a una plataforma para vigilar la subida del número de visitas (que no "views") y determinar la importancia de su persona, es ya una forma de vida. Por lo menos muchos. No metamos a todos. Y puede que lo simplifique, como la muerte, pero mis palabras no juzgan, sólo opinan.

¿Y qué tiene que ver un o una youtuber o influencer con personas mayores leyendo esquelas? Unos son vídeos con contenidos que dicen poco de las personas que viven y las otras son textos que no cuentan en realidad nada de importancia sobre la persona que murió. Entre medias nos perdemos detalles de la vida que nos completan o complementan. He dejado de observar con asombro a las personas que se dedican a influir a otras y son pagadas por ello, para intentar concluir que es exagerada la necesidad que tiene esta sociedad de que todos seamos iguales en cuerpo y mente.

Volviendo a las esquelas, ¿qué queda de una vida cuando se va? Y aquí es donde viene lo importante. También he prescindido de mirar las esquelas con tristeza para observarlas con curiosidad. No importa  cuándo nació o murió, sino qué es lo que hizo, algo que nunca ponen. Y se dejan lo importante. 

 La pregunta ¿eres feliz? es muy injusta, me dijo una vez alguien. Bueno, es injusta si el equilibrio no es bueno como para contestarla. No se puede ser feliz cada segundo de tu vida. La muerte interviene en parte de ella. La tristeza, la ansiedad, la depresión, la añoranza. Y los abrazos. A veces la vida te trae sentimientos que duelen o no quieres, pero que aparecen porque así es el ser humano. Rico en matices. Por eso soy feliz cuando pienso en  mi padre y su risa contagiosa. Se me caen las lágrimas cuando escucho a Frank Sinatra y extraño su forma de ver la vida. Me frustro cuando pienso en todo lo que se ha perdido y me llena de tranquilidad saber que no llegó a pasar por los momentos más duros de su enfermedad. Soy feliz cuando me río a carcajadas con mi marido. Siento tristeza cuando sé qué le pasa, confianza cuando entiendo la solución y ansiedad cuando no llega. Siento una alegría profunda en un beso con sabor a amor o un abrazo de ternura. Me lleno de melancolía cuando pienso en los que no pueden tenerlos. Soy postiva muy a menudo y veo negatividad muchas veces. Y en general, pienso que la vida te trae momentos brilantes, llenos de luz que hay que recoger y llenarte de ellos. Y situaciones donde esos besos y abrazos te curan como si se llevasen tu tristeza un poco más lejos para mirarla con perspectiva.

La vida y la muerte son dos cosas. Disfrutar de la primera, equilibrar sus designios, confrontar nuestros errores. No es tarea fácil, pero apuesto a que es más interesante que una esquela con poco que decir de alguien o un video de un o una influencer. No os equivoquéis. No comparo, sólo observo los intereses de cada uno y pienso que soy dueña de los míos. Esa es la gran fortuna.