señor, señor

viernes, 20 de marzo de 2020

ECOSISTEMAS, CORONAVIRUS Y REYES

¿Qué tiene que ver el Coronavirus, la destrucción de ecosistemas y el Rey? Bueno, ninguno de los tres nos ayuda en la situación que estamos viviendo. Pero al final, lo veréis.
 
La palabra "corona" está en boca de todos. El Coronavirus, del que hemos escuchado tanto y seguimos sin saber mucho. La Corona, referida al Rey. Esa institución Nini: Ni está, ni se la espera.

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Hay pocas cosas que no se hayan dicho ya. Decenas de vídeos de enfermer@s, médic@s, personal sanitario y de limpieza, transportistas, camioneros, investigadores, científicos, policía, guardia civil, trabajador@s en supermercados. O trabajador@ a secas. Esos que siguen saliendo de casa por necesidad y exponiéndose. Simplemente, gracias. 

Todos hablan de falta de medios, irresponsabilidad, estupidez (mucha) y también de esperanza, coordinación y apoyo. Dos caras de una misma moneda. Tengo a bien pensar que la cara positiva es mayor que la negativa. Lo que me cuesta contemplar es la imbecilidad de la gente. Las gracietas, la falta de sentido común, el egoísmo desmedido: salgo porque mi piel necesita las vitaminas del sol, a sacar al perro de peluche, a darme un chapuzón en el mar o en la piscina, a reirme de los enfermos y muertos tosiendo. Cómo se nota que no trabajáis en un hospital: saturados, frustrados, consumados por las circunstancias. Esas que se podrían empezar a equilibrar si imbéciles como vosotros, se quedasen en casa y no llenaran las televisiones de la vergüenza de vuestra irresponsabilidad. Pero ahora en estos tiempos, hay que centrarse, salir adelante y criticar después. Sí. Pero os cuento mi punto de vista.

No paro de ver comentarios sobre la irresponsabilidad de continuar con las manifestaciones del 8M. Quizás sí fue un error, pero si todos hacemos memoria, la inmensa mayoría no tuvimos esa impresión de errar soberanamente. Si nos han metido en casa confinados hace poco ¿por qué no lo iban a hacer antes? ¿Les apetecía saturar la sanidad? Hay quien dice que había muchos intereses. Puede ser, pero realmente en el 8M no tuve la sensación de estar haciendo algo indebido y creo que en eso podemos estar de acuerdo la mayoría. Por lo menos todo el mundo siguió yendo a misa, a tomar unas cervecitas, a comer a restaurantes, a pasear o de compras por centros comerciales. ¿O es que el 8M todo el mundo estaba en casa confinado? Otros sí es verdad que lo vieron con clarividencia. La misma que apareció al lunes siguiente cuando el Centro de Coordinación y Emergencias Sanitarias, observó el aumento de casos y modificó las medidas de acuerdo a las circunstancias. Si hay algo que nos ha enseñado esta crisis es que la situación es cambiante y, por momentos, impredecible, por lo que no creo en las negligencias deliberadas. Y que no hay cómplices, sino complejidad. Se nos dijo que asistiéramos y que si notábamos síntomas, no fuéramos. Dudo que los técnicos se riesen de la situación o de todos nosotros.

Inconscientes o no, las medidas llegaron tarde. Eso es lo que pienso. Por mucho que te contente el gobierno de izquierdas, algo que nos suele caracterizar es el espíritu crítico. Dicho esto, creo que la gestión de la pandemia ha sido complicada. Tanto, que aunque sigas las directrices que crees correctas, el error está esperándote a la vuelta de la esquina. Que no suene a justificación.  Es más bien una reflexión. Muy necesaria ante la convulsión de comentarios en las redes.

Insultos, falta de argumentos, hipocresía. Las de aquellos que critican el 8M y hacen un mitin el mismo día con uno de los titulares de regreso de Italia, tosiendo y con fiebre. Se pide perdón y ya está. Eso sí, vamos a llamar irresponsables al resto. Cualquier momento es bueno para buscar rédito político. 

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La política es lo que tiene. Busca sus formas sin guardar las formas. Y sosteniendo incorrecciones con pinzas, nacen los anticuerpos españoles para defender a la nación. Hay quienes boicotean hasta a su santísima madre para volar cual aguilucho sobre las cabezas de los ciudadanos, pensando en ellos como carroña. Y esos bulos que circulan por internet. Hay formas para averigüar la verdad si se quiere.

El Coronavirus nos ha enseñado coordinación ciudadana; el aprecio por pasar tiempo con los que no podemos ver por mandato; la responsabilidad de cuidarnos los unos a los otros; la solidaridad; la empatía en forma de aplauso todos los días; la tristeza de aquellos que no conocemos y que hoy no se han podido despedir de sus familiares fallecidos; el valor de lo público. Y con ésto, quizás ganemos una sociedad mejor.  Un regreso a lo público de lo privado. Una conciencia de defensa de los que más lo necesitan. O puede que pasado un año, se nos olvide. Eso es decisión de cada uno. Lo que sí es seguro es que nada será como antes.
 
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Y aquí quiero hacer una mención especial a las madres y padres de niños con TEA (Trastorno del Espectro Autista). Ellos están haciendo una labor extraordinaria manteniendo a sus hijos en casa y saliendo lo indispensable, porque ellos, los niños con TEA, necesitan salir. Necesidad. No por capricho. Y recuerdo a los ciudadanos que increpan, insultan y chillan en sus ventanas, que antes de juzgar cual Santa Inquisición, procuren tener empatía y pensar en ellos. Madres y padres con brazaletes azules y sus hijos, que no merecen ser tratados de esa forma.

Pero volvamos al virus. Hace poco leí un artículo muy interesante sobre el origen de los coronavirus, que llevan danzando por este mundo unos cuantos años. Quizás sea verdad que esos virus puedan tener más que ver con la destrucción de ecosistemas y la desaparición de especies intermedias que actúan como barrera. También hablaban de la destrucción de entornos naturales relacionada con la aparición de nuevas enfermedades. Si destruimos bosques para convertirlos en tierra de cultivo, por ejemplo, la palma (el famoso aceite de palma y sucedáneos), algunos animales se verán obligados a moverse a zonas más cercanas al ser humano, cuya interacción ahora será más directa. Tan directa, que se los comen o los venden en mercados. En dicho artículo había una mención a las declaraciones en la BBC de Peter Daszark, ecólogo e investigador clave del SARS, indicaba "se estima que en las zonas más recónditas del planeta se esconden en torno a 1,7 millones de virus sin descubrir".  Quizás después de esto también tomemos más consciencia del medio que nos rodea, la alimentación que arrasa ecosistemas enteros en pos de una necesidad inexistente, y la compra de productos que colaboren con esta situación, como el famoso aceite de palma. De nuevo, una reflexión.

Y me gustaría finalizar con una mención especial a la Corona. Quizás su ineptitud y cobardía en estos tiempos, consiga que muchos se plateen de una vez por todas su utilidad y los recursos que gastamos en ellos. Esos que ahora necesitamos y que no aparecen de su mano. Muchos no sabían que el Rey era inviolable e irresponsable. La monarquía nos trajo la democracia, recuerdan los gallardos españoles. Aplauden el discurso insulso, falto de compromiso y alejado de la realidad de las cacerolas. Cuando llevas a tus espaldas la palabra "democracia" o te declaran "padre de la Constitutión", tus porquerías se limpian mágicamente. En esta democracia, donde todos los ciudadanos somos iguales, el Rey no puede ser juzgado o ser responsable de sus actos en el ejercicio de sus funciones. Al menos en España. Se cubrió bien las espaldas y las de su descendencia. Había que asegurarse que los Borbones bribones tuviesen sus privilegios bien atados. Y aquí estamos y seguiremos. Porque un día el hijo del Rey de España exiliado y ahora emérito, vino a los brazos de Franco y a su muerte, apareció como el sostén de la democracia. Esa que se ha dado de sí y tenemos guardada en el cajón de los recuerdos eméritos. Como memoria de lo que vino a ser. No es. Nunca será.