señor, señor

lunes, 21 de octubre de 2013

EL PAÍS QUE NO QUERÍA SOÑAR

Había una vez un chico que no soñaba con ser abogado, un hombre que nunca pensó en estudiar ni trabajar en alguna empresa y una niña que jamás quiso estudiar con sus propios libros. Y esto no es un cuento. Hay personas que no pueden soñar, pensar en estudiar o tener cosas tan básicas como libros de texto en el colegio, porque no pueden permitírselo. No hay un caso, hay infinidad de ellos. Es una realidad que algunos llaman demagogia y otros asumen como daños colaterales de la crisis, como si esto fuera un problema de definición o una guerra.

Este país está anclado a una democracia joven y hasta pueril, que se mueve por herencias de ideologías o votos. Una política que aguanta y sostiene la mentira como si fuera parte de ella misma y unos ciudadanos que siguen pensando que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Los mismos que me preguntan a quien van a votar si no es al PP o al PSOE.

Me pregunto a cuantas personas conozco que al cumplir los 18 años, sus padres les instaron a buscar una ideología, a estudiar los programas políticos o a entender el sistema electoral. Y me abruma el vacío completo y al preguntar al resto, la respuesta es tremendamente devastadora. Vivimos en un país cuyo voto mayoritario es heredado de padres a hijos. En algunos casos, ha ido rebotando entre dos siglas durante años. Algunos me han preguntado ¿qué otros partidos hay?

Navegando por internet, descubres que en 2008 se presentaron a las elecciones 99 partidos políticos, pero en 2011 había 3.951 partidos políticos inscritos en el Ministerio del Interior, entiendo que fruto de la falta de empatía que existe en este medio. Por supuesto, algunos son sorprendentes, por llamarlo de alguna forma, como el Partido Pirata o el Partido del Karma Democrático, pero hay un mundo después del bipartidismo. Quizás sería un ejercicio interesante y del todo democrático, que dediquemos un poco de nuestro tiempo a analizar diversos partidos, que nos ayuden a focalizar mejor nuestra ideología y pase de ser heredada a ser propia.

Como decía, la democracia es así llamada a la intervención del pueblo en el gobierno de un país. El problema es que se vota, se da una amplia mayoría a un proyecto que luego no se cumple. Los políticos y algunos medios lo llaman desafección de los ciudadanos hacia la política, pero yo creo que se equivocan y más bien es al revés. Son los políticos los que están faltos de afecto a la ciudadanía y sus problemas mundanos. Las elecciones sirven para ganar el poder y éste se consigue gracias a unos asesores que te dicen lo que la gente quiere oír en cada momento. Después tienes cuatro años para cumplirlo o no y no hay problema, porque cuando termine la legislatura tendrás tu sueldo nescafé por el resto de tu vida y si te lo has montado bien, uno, dos o tres sueldos más de la empresa privada de turno a la que hayas favorecido o a la que le interese tener tu imagen a la venta.

Como decía, este sistema crea una falta de empatía hacia los ciudadanos y sus problemas diarios. No hay herramientas para castigar suficientemente a aquellos que vulneran sus promesas o desechan su palabra como si fuera rastrojo. Y de nuevo, las personas castigan al mentiroso o al mal gestor con el voto hacia su enemigo más acérrimo. Y así van pasando los años, con el testigo de mano en mano entre uno y otro. Para ser más didácticos, es como si el papá preguntase al hijo después de una negación: ¿a quién quieres más a papá o a mamá? y el hijo por despecho, elige al contrario.

Esta situación provoca frustración, desasosiego y falta de conciencia democrática, de manera que, como todos dicen lo mismo, va a dar igual. Así que insto a investigar otros partidos políticos no para castigar, sino para querer mejorar y formar parte de un país que quiere soñar.

Pero volvamos a la política. He sacado en conclusión que normalmente cualquier gobierno determina las peores medidas durante los primeros años de su mandato y se dedica a cumplir algunos puntos de su programa en el último año, para favorecer las elecciones venideras, como si fuera el caramelito que das al niño de refuerzo positivo. De nuevo somos criaturas manipulables y dependiendo del periódico que leas, te venden una conclusión u otra, de manera que a veces, el sentido común se pierde en el camino.

Luego existen excepciones muy honrosas de personas que se quejan y manifiestan por lo que creen y lo llamamos marea blanca, verde, negra y la que está en contra de la precariedad laboral, que no tiene color porque no se puede manifestar porque trabaja. Si aquí se manifiestan los que están en paro, alguien dice en algún debate que se trata de unos vagos o vagabundos que no tienen otra cosa mejor que hacer y hay gente que se lo cree.

La ilusión surge cuando la marea blanca acude a los tribunales en busca de la protección de la sanidad pública, porque como dicen que el poder judicial es independiente del político, podemos ganar esa batalla. Pero luego nos enteramos que hay alguien que quiere agrupar todos los recursos para tomar una única decisión final, que resulta que es familiar de una consejera del gobierno de Extremadura y además es candidato al CGPJ (Consejo General del Poder Judicial), cargo que curiosamente otorga el PP, partido en el Gobierno. Y esto se convierte en un culebrón, donde los demandados dicen estar tranquilos y los demandantes afirman con una sonrisa algo forzada que confían en la justicia. Verán, mientras la justicia esté ligada al poder político, no veo atisbo de independencia. Pero dejemos que este asunto siga su curso.

Entre marea y marea, continuamos con los desahucios, las preferentes y los casos de personas buscando en la basura para dar de comer a sus hijos, mientras los diputados y diputadas debaten en el Congreso cuestiones de orden mayor y que afectan a los ciudadanos con una tablet y un teléfono de manzanita, bajo la cúpula de un edificio en reformas, porque se han encontrado pilares carcomidos. Curiosa e irónica providencia del destino, pues muchos ciudadanos tienen sus pilares de familia en el mismo estado sin posibilidad de reforma.

Alguno que otro dirá que ya estamos con la misma cantinela, pero es que no terminamos de interiorizar que Europa pide bajar nuestro déficit para continuar financiándonos y se está consiguiendo a base de recortar derechos sociales sin tocar otras partidas. Y me lo creería, si no fuera porque me informo en muchos medios de distinto calado y ves que muchos economistas hablan de otras alternativas para llegar a un resultado satisfactorio.

El sistema actual no funciona, pero debemos modificarlo para que todos podamos sostener unos recursos adecuados para los más desfavorecidos, creando un país solidario. No podemos dejar a los inmigrantes que han sostenido parte del sistema sin sanidad, a niños sin recursos que no tienen libros o becas de comedor y convertirnos en un país competitivo bajando salarios y subiendo impuestos para poder ponernos a la altura de China. Somos España y yo quiero un país diferente.

En fin, busco partido político que me devuelva un país que quiera soñar. Señor,  señor...