¿Qué les pasa a los recuerdos? Se
modifican, se desvanecen por momentos y a veces desaparecen. Cuéntame una
historia, me dice mi hijo. ¿Sobre qué?, le respondo. Algo de cuando eras
pequeña, me responde con los ojos bien abiertos. A veces se trata de una
película, otras un libro. De vez en cuando alguna fiesta de cumpleaños,
momentos felices, un verano.
Cada vez que mi memoria vuelve atrás
hay espacios vacíos que ya no sé llenar. ¿Qué ha pasado? Los recuerdos se
mantienen vivos, pero hay detalles que sé que estaban allí y ya no están. Me
pregunto si esto es lo que le pasa a una mujer cuando es maltratada
psicológicamente. Que los momentos que te ha llamado tonta, gorda, anoréxica o
histérica, quedan almacenados en la bohardilla de tu memoria llena de la
suciedad del miedo y del polvo de la culpa. ¿Habré sido yo? Definitivamente
algo he hecho mal cuando he puesto la piel en esto y me la arrancan a tiras con
cada palabra. Y suenan las voces de los que opinan sin saber, llenando de nuevo
el corazón y esa memoria selectiva de tristeza. De engaño. De vergüenza. Por
haber dejado que pase.
El juicio. El de las personas que se
divierten con la alegría de él contando chistes, bebiendo, fumando, buscando
putas, inhalando risas. Todos somos iguales, dice él. El de los iguales negando
la realidad que les toca, porque sólo se han divertido. Yo te apoyo. Le
vitorean, le regalan los oídos. Llenan los de ella de miseria, para no sentir
la amenaza de su propia culpa. Ya no hay espacio para ver que hay más allá. Lo
demás no importa. Salvan su propia porquería debajo de la alfombra de
bienvenido.
Se rió de ti. Pobre tonta confiada.
Pobre amor y sueños frustrados. El Amor que un día apostó por la persona
equivocada. El pobre es él, pero ella no lo sabe. Todos somos iguales, de
nuevo. Y ahora carga con la historia de cada uno. Sostén tu alma con esas
palabras y mira a los que te acompañan, sintiendo pena y rabia porque no
mereces esto, queriéndote. Nadie lo merece.
La intimidación, las amenazas. Las
mismas hablando de lo estúpida que eres. En casa. Con los niños. Limpiando. Sus
necesidades. No las tuyas. Sus mentiras. Tu perdón. Su desdén. Tu conformidad.
Su miseria. Tu verdad.
Nadie te va a creer, te dice. ¿Qué
vas a hacer?, pregunta. Y buscas un atisbo de esa persona. No existe. Llora.
Luego insulta. Grita. Más tarde pide perdón. Hace fotos de mentira. Tú sabes
que no es real. He cambiado. Lo llevo en los genes. No es mi culpa. Es la tuya.
Reproches. Más mentiras. Sinrazón.
La profunda tristeza de ese corazón
velado y la memoria a la que ya no recurre, porque duele demasiado. Las
palabras. Te quiero. Las lágrimas. Las suyas. Las tuyas no valen nada. Dicen
que la voz hace más daño que la mano o el puño. Duelen en la misma proporción.
El puñetazo se ve. El insulto sólo deja huella en el alma. No hay radiografía
para el alma. Pero ahí se queda.
El primer baño. Esa sonrisa
espontánea. Los primeros pasos. Uno, dos, tres. La fiebre. La nocturnidad
impuesta. El cansancio. Los pañales. La risa desgarbada. Los gustos. La primera
palabra. Un abrazo. Un beso. Lágrimas. Esa mirada. Tu memoria. La suya no guarda nada.
Yo te conozco. Eres como una flor que
fue perdiendo sus pétalos en otoño y se quedó en el invierno demasiado tiempo.
Pero no se más. Te quedaste con la bestia en su castillo, esperando a que el
cuento se hiciese realidad. Y no hay príncipe. Hubo un momento en que dejé de
reconocer quién eras. Hubo un momento en el que tu sonrisa parecía rendida.
Hubo un momento en el que ya no había sentimiento y el frío acabó cubriendo tu
existencia. El frío que cubría de nieve el enorme y preciado castillo. La
Bella y La Bestia.
Camina con paso firme. Eres la dueña.
No hay un pedazo de tí que haya muerto, sólo trozos inertes, que así quedaron
para evitar el dolor. Ya no hay vergüenza, porque tu no hiciste daño. El dolor
tiene una sola fuente que sigue inquebrantable, intentando que parezcas tú
"la estúpida" de antaño.
Las palabras dejaron de servir de soporte de
una miseria que duró excesivamente. Tú no hiciste nada malo. Y no hay
reproches, porque el sermón quedó de lado cuando decidiste que habías luchado
demasiado. La confianza murió. El amor quedó atrás. Las palabras hacen daño,
pero no te quiebran en dos. Sólo confirman que tu no hiciste nada malo. Miras
de frente con firmeza. Y vuelvo a verte, aunque no sé demasiado. Tu eres buena,
le digo. Él es el malo.