Había una vez un chico que no soñaba con ser abogado, un hombre que nunca
pensó en estudiar ni trabajar en alguna empresa y una niña que jamás quiso
estudiar con sus propios libros. Y esto no es un cuento. Hay personas que no
pueden soñar, pensar en estudiar o tener cosas tan básicas como libros de texto en el colegio,
porque no pueden permitírselo. No hay un caso, hay infinidad de ellos. Es una
realidad que algunos llaman demagogia y otros asumen como daños colaterales de
la crisis, como si esto fuera un problema de definición o una guerra.
Este país está anclado a una democracia joven y hasta pueril, que se mueve por
herencias de ideologías o votos. Una política que aguanta y sostiene la mentira
como si fuera parte de ella misma y unos ciudadanos que siguen pensando que más
vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Los mismos que me preguntan a
quien van a votar si no es al PP o al PSOE.
Me pregunto a cuantas personas conozco que al cumplir los 18 años, sus
padres les instaron a buscar una ideología, a estudiar los programas políticos
o a entender el sistema electoral. Y me abruma el vacío completo y al preguntar
al resto, la respuesta es tremendamente devastadora. Vivimos en un país cuyo
voto mayoritario es heredado de padres a hijos. En algunos casos, ha ido
rebotando entre dos siglas durante años. Algunos me han preguntado ¿qué otros
partidos hay?
Navegando por internet, descubres que en 2008 se presentaron a las elecciones 99 partidos políticos,
pero en 2011 había 3.951 partidos políticos inscritos en el
Ministerio del Interior, entiendo que fruto de la falta de empatía que existe
en este medio. Por supuesto, algunos son sorprendentes, por llamarlo de alguna
forma, como el Partido Pirata o el Partido del Karma Democrático, pero hay un
mundo después del bipartidismo. Quizás sería un ejercicio interesante y del
todo democrático, que dediquemos un poco de nuestro tiempo a analizar diversos
partidos, que nos ayuden a focalizar mejor nuestra ideología y pase de ser
heredada a ser propia.
Como decía, la democracia es así llamada a la intervención del pueblo en el
gobierno de un país. El problema es que se vota, se da una amplia mayoría a un
proyecto que luego no se cumple. Los políticos y algunos medios lo llaman
desafección de los ciudadanos hacia la política, pero yo creo que se equivocan
y más bien es al revés. Son los políticos los que están faltos de afecto a la
ciudadanía y sus problemas mundanos. Las elecciones sirven para ganar el poder
y éste se consigue gracias a unos asesores que te dicen lo que la gente quiere
oír en cada momento. Después tienes cuatro años para cumplirlo o no y no hay
problema, porque cuando termine la legislatura tendrás tu sueldo nescafé por el
resto de tu vida y si te lo has montado bien, uno, dos o tres sueldos más de la
empresa privada de turno a la que hayas favorecido o a la que le interese tener
tu imagen a la venta.
Como decía, este sistema crea una falta de empatía hacia los ciudadanos y sus problemas
diarios. No hay herramientas para castigar suficientemente a aquellos que
vulneran sus promesas o desechan su palabra como si fuera rastrojo. Y de nuevo,
las personas castigan al mentiroso o al mal gestor con el voto hacia su enemigo
más acérrimo. Y así van pasando los años, con el testigo de mano en mano entre
uno y otro. Para ser más didácticos, es como si el papá preguntase al hijo
después de una negación: ¿a quién quieres más a papá o a mamá? y el hijo por
despecho, elige al contrario.
Esta situación provoca frustración, desasosiego y falta de conciencia
democrática, de manera que, como todos dicen lo mismo, va a dar igual. Así que
insto a investigar otros partidos políticos no para castigar, sino para querer
mejorar y formar parte de un país que quiere soñar.
Pero volvamos a la política. He sacado en conclusión que normalmente
cualquier gobierno determina las peores medidas durante los primeros años de su
mandato y se dedica a cumplir algunos puntos de su programa en el último año,
para favorecer las elecciones venideras, como si fuera el caramelito que das al
niño de refuerzo positivo. De nuevo somos criaturas manipulables y dependiendo
del periódico que leas, te venden una conclusión u otra, de manera que a veces,
el sentido común se pierde en el camino.
Luego existen excepciones muy honrosas de personas que se quejan y
manifiestan por lo que creen y lo llamamos marea blanca, verde, negra y la que
está en contra de la precariedad laboral, que no tiene color porque no se puede
manifestar porque trabaja. Si aquí se manifiestan los que están en paro,
alguien dice en algún debate que se trata de unos vagos o vagabundos que no
tienen otra cosa mejor que hacer y hay gente que se lo cree.
La ilusión surge cuando la marea blanca acude a los tribunales en busca de
la protección de la sanidad pública, porque como dicen que el poder judicial es
independiente del político, podemos ganar esa batalla. Pero luego nos enteramos
que hay alguien que quiere agrupar todos los recursos para tomar una única
decisión final, que resulta que es familiar de una consejera del gobierno de Extremadura y
además es candidato al CGPJ (Consejo General del Poder Judicial), cargo que
curiosamente otorga el PP, partido en el Gobierno. Y esto se convierte en un
culebrón, donde los demandados dicen estar tranquilos y los demandantes afirman
con una sonrisa algo forzada que confían en la justicia. Verán, mientras la
justicia esté ligada al poder político, no veo atisbo de independencia. Pero
dejemos que este asunto siga su curso.
Entre marea y marea, continuamos con los desahucios, las preferentes y los
casos de personas buscando en la basura para dar de comer a sus hijos, mientras
los diputados y diputadas debaten en el Congreso cuestiones de orden mayor y
que afectan a los ciudadanos con una tablet y un teléfono de manzanita, bajo
la cúpula de un edificio en reformas, porque se han encontrado pilares
carcomidos. Curiosa e irónica providencia del destino, pues muchos ciudadanos
tienen sus pilares de familia en el mismo estado sin posibilidad de
reforma.
Alguno que otro dirá que ya estamos con la misma cantinela, pero es que no
terminamos de interiorizar que Europa pide bajar nuestro déficit para continuar
financiándonos y se está consiguiendo a base de recortar derechos sociales sin
tocar otras partidas. Y me lo creería, si no fuera porque me informo en muchos
medios de distinto calado y ves que muchos economistas hablan de otras
alternativas para llegar a un resultado satisfactorio.
El sistema actual no funciona, pero debemos modificarlo para que todos
podamos sostener unos recursos adecuados para los más desfavorecidos, creando
un país solidario. No podemos dejar a los inmigrantes que han sostenido parte
del sistema sin sanidad, a niños sin recursos que no tienen libros o becas de
comedor y convertirnos en un país competitivo bajando salarios y subiendo
impuestos para poder ponernos a la altura de China. Somos España y yo quiero un
país diferente.
En fin, busco partido político que me devuelva un país que quiera soñar. Señor, señor...