Esta es una historia de anécdotas, de frases familiares sin sentido previo o
de palabras heredadas. Es el cuento de una vida plagada de anecdotarios
populares, como es costumbre en España.
http://www.parador.es/es/paradores/parador-de-avila |
Pero eran otros tiempos... Aquel transcurría en el que hoy es
Parador de Ávila, antes Palacio de Piedras Albas y hogar de parte de la familia
de Marisol López-Roberts. Qué curiosa la vida que te regala a personas y sus
historias en el momento menos pensado...
En fin, allí se celebraban reuniones intelectuales, organizadas por el
tío-abuelo de Marisol, Bernardino de Melgar y Álvarez de Abreu, Marqués de
Canales y Chozas, que toda persona de postín tenía que pisar si quería ser
alguien.
Y hago un inciso, pues el titulo de este marquesado me resultó
divertido y pensé que era como ser Conde de Charcos y Pozos. Ya le podía haber tocado ser
Marqués de Océanos y Palacios. Sin duda más acorde con estos menesteres, pero según me contaron, se trataba del responsable de la canalización y alcantarillado de Ávila y de ahí su título.
Volviendo al asunto, Bernardino decidió invitar a una persona de gran calado
humano y poco fondo cultural, que se moría por dejarse ver por aquellos lares.
Una vez situado en el acontecimiento social, se vio desbordado por aquellos que
le rodeaban y sus conversaciones, adoptando una palabra y una frase para
cualquier caso que se le presentase. Creo que estuvo ensayando... Para una
intervención digna, bastaba con decir "muy notable". Quedaba bien y
muy fino, sin duda. Sus oídos se cerraban con la primera palabra y sólo asentía
complacientemente. El problema surgió cuando alguien decidió inmiscuirle en un
diálogo de forma directa. Así que se le ocurrió soltar aquello de "tampoco
el congrio es mal ave" y se quedó tan oreado, dejando sin palabras
a un grupo de insignes eruditos.
Y alguno preguntará qué narices quiso decir.
Nada. No tenía ni idea de lo que le estaban preguntando y, por lo tanto, tampoco de lo que estaba diciendo, siendo ahí donde reside
la riqueza de la frase. Me pareció una forma genial de decir algo sin
querer decir nada o incluso de uso y disfrute para esos momentos absurdos que te presta
la vida.
Para aquellos que sigan dilucidando si el congrio es un ave, diré que no
sólo no tiene alas, sino que además vive en el mar. Vamos, que es un pez. De
ahí el sinsentido previo a la risa, seguido de la cordura tremenda de tal frase
para ciertas ocasiones. Por eso, la que suscribe la ha adoptado. Es muy útil
para esas coyunturas en las que uno desea dejar esa particular cara de
circunstancias en el personal. Me resulta tremendamente divertido observar a
algunos intentando descubrir su significado o sonriendo por si se trata
de algo gracioso. Otros ni se enteran. La sensación de incertidumbre es
enormemente satisfactoria para el que se mueve en los canales de la ironía.
Pero el contexto en el que se produce esta situación me recuerda la forma en
que hoy nos pasamos la vida ansiando ser parte de algo que creemos importante,
estar en el grupo supuestamente correcto o incluso saber lo que nos deparará el
futuro. Nos abruma el desconocimiento, el tiempo que pasa rápido o lento, el
devenir de la vida, el futuro y el pasado obviando el presente, la vida y
la muerte. Hace poco escuché en la radio a una persona la mejor definición de
la ansiedad: exceso de futuro. Nos queremos adelantar, dar un paso más para
descubrir lo siguiente, si mañana estaremos aquí o allá. Si pasará algo...
Esta situación se
torna en especialidad médica cuando de forma habitual uno piensa que está
leyendo el libro que no es, pues seguro que hay otro mejor; cuando se tiene la
sensación de estar en un lugar cuando se debería estar en otro más adecuado y no se vive ni se disfruta de la vida. Decían que era como tener el cuerpo en un
lugar y la mente en otro de forma constante y descontrolada. Y pensé en la
ansiedad que cohabita con nosotros y se hace parte indispensable de nuestro
haber. Comentaban la vida de un escritor americano, David Foster Wallace, que se suicidó
tras sufrir durante más de veinte años una depresión acompañada de ansiedad. A
veces van de la mano.
Hay que saber parar y mirar los detalles, pese a que el mundo y la
sociedad que nos rodea tienda a no permitirlo. Saber disfrutar de esos momentos
que te ofrecen y comértelos bocado a bocado. Y ya se me ocurre otra de esas
frases para la posteridad. Me contaron que un diplomático español, Fermín
López-Roberts, estuvo destinado en Quito, donde una familia autóctona le servía
en la casa. Pulupa preparaba para el desayuno tostadas, aunque más negras que
el futuro de un obrero de la construcción en este país (perdón por el chistecillo). El primer día
Pulupa preguntó si las tostadas eran del gusto del Sr. Ministro y como diplomático de
pro, asintió sin decir lo que de verdad pensaba: ¡no hay quien se coma este
carbón ni con mermelada!
Siendo un claro ejemplo de que la diplomacia es el arte de eludir
conflictos, las tostadas seguían ennegrecidas. Por mucho que los demás le decían que no quemase las tostadas, él seguía haciéndolo -si así le
gostan al Sr.Menistro-. Y así adopté otra de mis frases favoritas, cuando alguien insiste en algo que parece desde mi punto de vista incomprensible o descabellado. ¡Qué
forma de practicar la impasibilidad para seguir disfrutando de al menos el café!
o es que le resbalaban los asuntos de la cocina o el servicio.
http://www.marxist.com/historia-de-filosofia-3.htm |
Pero este comportamiento me recuerda al término contrario a la ansiedad: la
ataraxia. La imperturbabilidad, la serenidad de vivir sin quebranto
alguno. Era la meta suprema en la filosofía griega. Significaba la serenidad
del espíritu, la sujeción de las pasiones y los deseos, convirtiendo al ser
humano en impasible. Pero no se trataba de no tener deseos, sino que no
afectasen a la tranquilidad suprema. Algunos tildaban esta
filosofía de conformista, pero a otros les recuerda al budismo.
La cuestión es que personalmente no apuesto ni por la ansiedad de querer ser
otro o conocer o ver más allá, ni la imperturbabilidad, pues el estallido de la
pasión es lo que lleva a amar con intensidad, a protestar por lo que uno cree
injusto o a gritar cuando la felicidad te desborda. Todo en su justa medida,
¿no? El devenir diario no nos permite reflexionar sobre la vida, sólo
sucumbimos a la ansiedad del transcurrir de los días, las prisas. Cada cual supongo que
tiene su filosofía de vida y no me atrevo a decir a cada uno cómo ha de ser. Lo
que sí tengo claro es que en la mía hay una enorme sonrisa y todo aquel
que me enseñe a reír, tendrá un hueco en ella. Y dicho esto, no significa que
me dedique a filosofar sobre la vida para ser el azote hippy del estrés.
También sé protestar. Pero éste no es el momento.
Volvamos a las situaciones cómicas de las que uno aprende y se
sorprende. En pleno conflicto en Sudáfrica por la llamada Guerra de los Bóer, se organizó una reunión en la
Embajada de Washington, a la que asistió la afable María de los Ángeles Muguiro y Beruete, 3ª Marquesa de Torrehermosa, con su esposo, Mauricio López-Roberts y Terry.
http://members.tripod.com/jans_chile.cl/boers.htm |
Un
holandés de aquellos implicados en la guerra, de nombre Danvila, sacó a bailar
a la marquesa. Queriendo la Sra. Marquesa entablar una conversación, pues el silencio a veces
turba y se hace extraño, le preguntó a Danvila acerca la situación en
Sudáfrica:
-¿Ha visto usted Danvila la merienda de negros que hay en Sudáfrica?
Nadie me ha sabido explicar la cara del holandés ante la pregunta, pero el esposo,
que siempre andaba cerca, le comentó en un susurro:
-Cállate Ángeles que
éste es uno de los negros que está merendando.
Uno no deja de repetir lo
importante que es saber callarse a tiempo o no hablar si no hay nada que decir.
A veces un silencio es más adecuado que un comentario desafortunado, pues aquellos que no son intencionados molestan. Incomodan y hacen buscar
temas de conversación que en ocasiones se tornan absurdos o tienen un tiempo
tan limitado, que casi es peor el remedio que la enfermedad. Véanse los
ejemplos:
-Hace mucho frío y dicen que va a bajar más la temperatura -la
conversación termina con un "eso dicen" o un suspiro.
-Parece que va a llover -y el silencio o un asentir tímido
sucede a la frase.
-Tampoco el congrio es mal ave -esto descoloca.
La última experiencia que recuerdo al respecto tiene que ver con la
gastronomía y las recetas. Si no hay nada que decir, lo mejor en España es
hablar de comida. Lo bien que se come en Galicia, las tortillas rellenas que
probé en Bilbao, el arroz caldoso que tomé un día en el restaurante
"Pepito La Flor" de Gandía, el pan tumaca en Barcelona o con tomate y
aceite de oliva extra virgen (variedad picual) en Baeza. El caso es hablar y si es de comida hay
mucho que decir.
Un día, estando la Marquesa de Piedras Albas acompañada de su antigua
cocinera, recordó lo ricas que le salían las cabezas de cordero:
-Me
tiene usted que dar la receta- dijo la Marquesa.
-Es muy fácil, Señora, pone usted la sartén con el aceite bien rusiente, bien rusiente, bien rusiente, mete usted la cabeza
y suelta un ajo- aseveró la cocinera.
-No me extraña, yo soltaría hasta blasfemias
La cocina da mucho juego
para mi anecdotario personal, pues tenemos nombres muy variopintos para nombrar
según qué tipo de comida. En mi casa, de toda la vida hemos tomado gavilanes en
vez de garbanzos, maero en lugar de fuet o pelotas si eran albóndigas. Sí,
pelotas. Las tiene el nombre, sí. Y también las tiene la forma en la que en la familia de mi marido, se compraba una "bullota" en la farmacia, pues de toda la vida así se había llamado en su casa. Se trataba de una palabra que recogieron del francés, bouillote, y la transformaron al español quien sabe porqué razón. Os puedo asegurar que a la framacéutica española le sorprendió enormemente la franca aseveración:
- ¡Pues qué va a ser: una bolsa de agua caliente! Bullota.
- ¡Pues qué va a ser: una bolsa de agua caliente! Bullota.
Como es asombrosa la forma en que pueden llegar a describir a una persona sin detalle, porque verdaderamente no lo tiene:
-¿Cómo es el
novio de la chiquilla? Tengo mucha curiosidad.
-Pues mire es así... con gorra.
Vamos un personaje del que poco hay que decir. De esos con gorra hay muchos, como aquellos que pasan la vida como maletas. Y es que en aquellos tiempos las cosas eran de otra forma y lo afirmo con anhelo y sin él, pues hay determinados momentos que uno quiere que vuelvan para estar presente y otros que no los querría ver ni en pintura, pero todo con humor, por favor.
Es una pena que no se puedan escribir los suspiros, porque es hora de lanzar
al aire uno de ellos, como aquellos que conmemoran momentos para recordar. Y dicho esto, me
he acordado de la última frase para la posteridad: -Suspiráis, Marquesa- y dijo -no todavía me
quedo un ratito. Bueno, llegando al fin de este anecdotario, más que suspirar, me piro. Señor, señor...
Nota: Debajo de cada foto está el enlace que marcaba en la búsqueda, lo que no quiere decir que haya investigado en cada una de sus páginas.
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