señor, señor

sábado, 17 de mayo de 2014

LA APOLOGÍA DEL ODIO


El odio según la Real Academia Española es la antipatía y aversión hacia algo o hacia alguien cuyo mal se desea. Y cuando esgrimes esta definición, por la cabeza de casi todos aparece la sensación agria de sentir un arduo deseo de malignidad hacia otra persona. El odio constante o de larga duración llena el alma de amargura, te impide vivir, reír, querer y ser. Y hay muchas personas que incluyen este sentimiento en su modus operandi diario o incluso lo consideran una actitud ante la vida, descubriendo que cuando se convierte en realidad ese mal, produce una sensación de satisfacción absoluta, que me da bastante miedo.

Hoy en día se habla mucho del odio. Hacia los políticos, hacia los banqueros, hacia los ricos. Todo aquello que sentimos que representa nuestro malestar o que ocasiona nuestros problemas, es susceptible de ser odiado. Pero además algunos lo califican como peligroso y hasta se planea penalizarlo jurídicamente, pues puede incitar a delitos más graves. El odio será llamado apología del delito o del odio, si ese sentimiento expresado en los medios sociales termina siendo por casualidad o no, un mecanismo para que se cometa un delito. Y nos conciencian que el odio es malísimo, porque hace que le disparen tres veces a la Presidenta del PP de León.

Independientemente de esto, que me parece totalmente reprobable, brutal y sin sentido, creo que un Ministro del Interior no puede salir en los medios de comunicación diciendo que "hay que limpiar las redes sociales de indeseables", como si el código penal no permitiese ya calificar los insultos o las mentiras como delitos. Los indeseables que indica el Sr. Fernández Díaz los hay en todos los estamentos de la sociedad, porque también se podría calificar así a Andrea Fabra tras decir en el Congreso de los Diputados "que se jodan" refiriéndose a los parados que iban a ver recortados sus prestaciones por desempleo. Y ciertamente estos indeseables hacen que el odio se manifieste entre los damnificados por sus declaraciones, pero que yo sepa no ha salido ningún ministro a decir que van a limpiar de indeseables el congreso de los diputados.

Pero continuando con el odio, creo que debemos distinguir entre desear mal a alguien y rechazar o tener aversión a alguna conducta, ideología o religión. De hecho desear mal a alguien sólo es un delito para uno mismo, pues si de una mala animosidad no pasa, no veo el peligro que contrae y si se vierten barbaridades en los medios sociales, para eso está el código penal. 

Existe un peligro si se quiere legislar en caliente, tras la cantidad de disparates y burradas que hemos visto, leído y escuchado sobre la muerte de Isabel Carrasco. El Sr. Jorge Fernández Díaz quiere poner en valor la labor de los políticos, indicando que "fuera de la democracia sólo hay anarquía" y personalmente le pediría que siguiese considerando ésto como una democracia, pues lo es, como muchas veces nos lo han recordado últimamente, y no sacar los pies del tiesto queriendo traspasar la fina línea de la libertad de expresión, porque fuera de la democracia además de la anarquía se encuentra la dictadura.

Si de verdad se quiere poner en valor la labor de los políticos, empiecen por reconocer los errores y la corrupción en el ojo propio, en vez de las apologías del delito en el ojo ajeno. Continúen por proporcionar los medios para que la justicia pueda ser rápida, pidan perdón cuando se equivoquen y dimitan cuando las circunstancias así lo soliciten. Sobre todo, sean ustedes dignos de su cargo y merézcanse los votos que por conciencia la gente les da. No se enfrenten a sus electores a través de un plasma ni eviten las declaraciones con los pies más rápidos de las olimpiadas de la sinvergonzonería. Finalmente, aplíquense la austeridad que piden a los demás y sean humildes. Quizás así puedan ustedes poner en valor a la clase política.

Respecto a la muerte de la Sra. Carrasco, aquí no debe haber ideologías ni animosidad personal. No se puede matar a un ser humano, pero no traten de utilizar esta barbaridad para realizar otra y sobre todo no fundamenten erróneamente un asesinato para demonizar otros actos porque ustedes los consideren reprobables, porque la justicia no los ha considerado un delito. Con el bolígrafo en la mano o el micrófono en los labios, se debería ser más responsable. Señor, señor...